viernes, diciembre 01, 2006


Aquello que no vemos.
Uno siempre piensa que ya ha visto de todo en el hospital, sin embargo, siempre llega un nuevo caso que te sorprende y te hace cuestionar lo compleja que puede ser la paternidad si no contamos con los recursos necesarios para entregarnos bien en la función de ser padres (por eso yo aún no tengo hijos... aún me faltan algunos palos pa'l puente para estar lista)
Ayer hicimos un ingreso, derivado de una institución X de la red. Se trataba de una mujer de 37 años que venía con su hijo de ocho. Lo primero que quiero destacar, es que es común que las mujeres que llegan a atenderse al hospital representen mucha más edad de la que tienen. Pese al esfuerzo de ésta mujer en especial de verse joven, lo ajado de su rostro, la delgadez de sus labios marcados por pequeñas arrugas y lo cansado de sus ojos la hacían parecer alguien unos 10 años mayor. Al ir conociendo su historia fui comprendiendo por qué ese rostro se veía tan cansado, pero a la vez me confundía la conformidad frente a una historia de violencia y abuso.
La señora, que llamaremos María, a sus 37 años tiene 5 hijos, que van de los 19 a los 6 años de edad. Su esposo, fue torturado y abusado durante la época del gobierno militar a los 13 años de edad y hoy a los 38 cuenta con un diagnóstico de trastorno de personalidad. Que implica fuertes crisis de agresividad y pérdida de control de impulsos. Durante todo el matrimonio maltrató a su esposa y sus hijos, en especial a la mayor quién es la encargada familiar de develar este secreto y hacer pública la situación. Lo terrible de este caso es que la denuncia por maltrato no surje nunca de parte de la madre, sino que es el colegio quien se hace cargo de movilizar recursos para una medida de protección, al ver llegar a la mayor de las hijas de esta familia con un golpe en la cabeza, propinado por el padre con un fierro, que tuvo consecuencias como problemas de memoria y crisis de angustia. Además, esta joven durante el proceso realiza una denuncia por abuso en contra de su padre.
Los cinco hijos de esta familia han repetido al menos una vez de curso en el colegio y la mayoría presenta en algún grado un trastorno conductual y una de las hijas al parecer va en vías de desarrollar también un trastorno de personalidad. Al conocerse el caso en el sistema, se ordena que el padre salga de la casa, pero cómo no lo hace, ella y sus hijos son llevados a un hogar de acogida, que es sabido tiene sus falencias, como falta de espacio, privacidad y seguridad de bienes personales.
La Sra María, vive en un sector rural de la región, en un fundo, por lo que la estadía en la casa de acogida con muchas otras mujeres y sus hijos se le hizo difícil de sobrellevar, por lo que dado el momento declara que su pareja ya no habita la casa común y la dejan volver a su hogar. Por supuesto esto no era tan real, ya que su pareja, en la semana se queda en su casa y duerme con ella pese a tener hace tres años a otra pareja con la cual convive los fines de semana, pese a haber maltratado siempre a sus hijos, pese a haberla maltratado a ella y pese a la denuncia de abuso de su hija mayor que decidió irse de su casa después de todo lo sucedido. Con esto no quiero juzgarla, pero si mostrar cuan dañado se puede estar en el área relacional como para pasar todas estas cosas por alto y mantenerse al lado de un hombre que no está en condiciones de hacerse cargo de si mismo por el trastorno que padece y que no se ha tratado debidamente y al que ha agregado el consumo de alcohol, drogas y la fármaco dependencia.
A esto es importante agregar, que no siempre el sistema responde de manera adecuada, ya que en este caso sus denuncias previas en carabineros no fueron consideradas, ya sea porque en un sector tan rural la violencia intrafamiliar está normalizada, porque más de uno era amigo de su pareja, porque no se ha constatado que ese hombre reciba un tratamiento adecuado, que esos niños sean evaluados en su condición de riesgo y en especial que la Sra María pueda ser tratada. Sin embargo, uno se cuestiona si esta mujer cuenta con los recursos necesarios para recibir una terapia reparatoria, frente a un tema que ella no problematiza, ya que cuenta cómo su pareja la golpeó por años como algo normal y como él arreglaba los conflictos entre sus hijos varones, haciéndolos pelear a golpes y luego los hacía darse la mano, relatando todo esto como una anécdota de la cuál tanto ella como su hijo se ríen. Está claro que la violencia en este caso comenzó mucho antes de que la familia se formara. Ahora el caso está en tribunales, a la espera de decidir si los niños se quedarán con ella o serán reasignados a hogares y colocación.
Se que lo que escribí hoy está contado de una manera distinta a como suele compartir mis historias de hospital, pero es importante que al menos las pocas personas que puedan leer esto sepan que estas situaciones son comunes, que suceden a diario y que quienes nos las cuentan lo hacen con normalidad y su relato es alejado de toda afectividad, no se conmueven y hasta se ríen de las situaciones que viven, como una forma de sobrellevar su cotidianeidad.
Nos vemos.
Leonor

3 comentarios:

Anónimo dijo...

no sabia que te inspirabas tanto para escribir, a mi me gusta mucha escribir pero ultimamnete he perdido esa facilidad como he perdido muchas otras cosas en mi vida actual...que gusto descubrir esto en ti..seguire leyendo tus relatos.....asi me familiarizo con algo de la practica sicologica aunque sea de esta manera
besos a la distancia
saludos
ale

Anónimo dijo...

Viste? Viste? Si yo siempre supe que en el fondo yo era un pan de Dios.

Besos,

M.

Leonor dijo...

jajaja M. Hay que ser caradura, pero...es cierto, al lado de éste eres un pan de Dios.

Un abrazo

Leonor